Nos pasamos muchas horas en el trabajo (algunos dirían que demasiadas), por lo que, además de preocuparnos en cumplir nuestros objetivos tendríamos que prestar más atención al aire que respiramos. Y es que la calidad del aire repercute directamente sobre nuestra salud y el confort. Dos de las principales variables que se deben tener en cuenta para poder lograr un ambiente idóneo son la temperatura y la humedad. Pero, ¿cuáles son los niveles adecuados?
¿Qué temperatura y humedad hay en tu oficina?
¿Has probado a trabajar en un lugar donde hace mucho calor? ¿O en un sitio con mucha humedad? Resulta muy complicado. Cuidar la calidad del aire de los lugares de trabajo es imprescindible para evitar que los empleados caigan enfermos, pero también para conseguir que se sientan cómodos y puedan desarrollar su labor con el rendimiento y la productividad más altos.
Cuando la temperatura es muy alta, al cuerpo humano le cuesta más mantenerse fresco para sentirse cómodo. Y cuando la humedad es demasiado elevada, el ambiente está tan cargado que cuesta respirar. Además, se corre el riesgo de que la condensación se quede en las paredes, lo que puede dar lugar a la proliferación de moho y bacterias.
De ahí, que se deba buscar una temperatura y un nivel de humedad adecuado para el trabajo. Este es el primer paso para garantizar una buena calidad del aire. Para ello, hay que tener en cuenta distintas variables. Por un lado, el tipo de actividad que se está haciendo (ya que no es lo mismo estar sentado frente al ordenador que estar moviéndose continuamente de un lado a otro). Pero, además, el tipo de ropa que llevan los empleados (¿el uniforme lleva falda o llevan un jersey?), la cantidad de personas que hay en las estancias y el momento del día (tras la comida, por ejemplo, mucha gente se queda fría).
Teniendo en cuenta los anteriores factores, el Instituto de Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) establece que la temperatura operativa en verano debe estar entre los 23 y los 25 grados y la humedad relativa entre el 45 y el 60%. Sin embargo, en invierno, se recomienda una temperatura entre 21 y 23 grados y una humedad entre 40 y 50%.
Más consejos para mejorar la calidad del aire del interior
Además de la temperatura y la humedad, para garantizar la calidad del aire hay que tener en cuenta otros factores. Respirar en el exterior resulta cada vez más complicado, por la boina contaminante que las grandes ciudades parecen no quitarse nunca. Pero, el aire del interior de los edificios en los que estamos habitualmente (en casa, en el trabajo, etc.) tampoco es mucho mejor. Y es que a los agentes contaminantes del exterior hay que sumarle polvo, productos de limpieza, ciertos materiales decorativos, plaguicidas…
Para mejorar la calidad del aire, además de establecer una buena temperatura y humedad, sigue estos consejos:
1. Ventila abriendo las ventanas cada día para renovar el aire del interior. Con 10 minutos diario es suficiente. Recuerda que al abrir la ventana afectas al nivel de humedad y la temperatura establecidos.
2. Muchos edificios de oficinas están diseñados para que no puedan abrirse las ventanas. En este caso, se deben poner purificadores de aire o unidades de tratamiento de aire.
3. Asegúrate de que el polvo se limpia de manera frecuente. Es recomendable evitar el uso de alfombras, que acumulan mucha suciedad, polvo y ácaros.
4. Si es necesario, instala aparatos de humidificación o deshumidificación para lograr el nivel de humedad idóneo.
5. Pon plantas que ayuden a renovar el aire.
6. Hay que cambiar o limpiar los filtros de los sistemas de climatización a menudo. Es lo mejor para que no se acumule suciedad en ellos.
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